sábado, 22 de diciembre de 2012

La "estrella" de navidad


- Mamá, ¿y yo también puedo encontrar una estrella que me guíe donde yo quiera, como la que llevó a los Reyes Magos al Portal de Belén?
- ¿Y tú dónde quieres que te lleve la estrella?
- No sé, a la tienda de chuches, ¡o a Euro Disney!
- ¡Bueno, para ir a esos sitios no hace falta una estrella! Además, eres muy pequeña para ir sola.

La niña se quedó pensativa por un momento y de nuevo volvió a preguntar...

- Y si me pierdo y no sé volver a casa, ¿habrá una estrella que me guíe? 
- Bueno, para eso es mejor que no te separes de papá y mamá, y si te pierdes, ya sabes que tienes que preguntar a algún policía para que te traigan a casa.
- Entonces, ¿para qué sirven las estrellas? 
- Pues.... - la madre se quedó por un momento sin palabras, hasta que creyó haber encontrado la respuesta perfecta - Verás, por la noche, el sol se va a descansar y sale la luna, y para que no esté sola, las estrellas salen a hacerle compañía.
- Y entonces, ¿por qué el sol está sólo todo el día?
- Pues... porque como de día estamos todos despiertos, ya le hacemos compañía entre todos. Pero como la luna se despierta cuando todos estamos durmiendo, necesita que sus amigas las estrellas jueguen con ella.

La pequeña seguía sin estar muy convencida con la explicación de su madre, pero aquella noche se durmió pensando en la suerte que tenía la luna de tener unas amigas tan buenas que le acompañaban mientras vigilaba la ciudad por la noche. 

A la mañana siguiente, nada más despertar, la niña bajó corriendo las escaleras buscando a su madre. 

- Mamá, mamá, ¡tenemos que ir corriendo a los puestos de la plaza!
- ¿Por qué cariño?
- Porque hemos puesto mal el Belén, hemos colocado la estrella grande pero nos falta lo más importante: ¡la luna!



Aquel día, una madre tuvo que ingeniárselas para crear una luna para el Belén, porque las estrellas sin la luna ya no tenían sentido...

Y desde entonces, la niña pensó que todo el mundo estaba equivocado, y que la que verdaderamente guió a los Reyes Magos al portal fue la luna, que por algo era la que más brillaba en el cielo, y por muy magos que fueran Melchor, Gaspar y Baltasar, era mucho más difícil que hubieran podido distinguir una estrella entre miles, que la luna que sólo era una. Aún así, decidió no contarle nada a su madre de su descubrimiento, porque, al fin y al cabo, los mayores también tienen derecho a equivocarse a veces... 

domingo, 16 de diciembre de 2012

Nunca había deseado tanto estar de vuelta

Nunca había deseado tanto estar de vuelta. Tomasa estaba muy cansada después de su largo viaje de vuelta desde el Sur del Sahara, donde llevaba pasando el invierno desde que era una cría.

Desde hacía unos años, algunas de sus compañeras cigüeñas habían decidido pasar los inviernos en España. Las temperaturas ya no eran tan bajas como antes, se habían acostumbrado a comer un poco de todo y así se ahorraban el duro viaje de ida y vuelta, que cada año se hacía un poco más pesado. Pero Tomasa era una cigüeña a la que le gustaba mantener las tradiciones, y se negaba a adaptarse a las costumbres modernas.

Aquel año, Tomasa les traía a sus amigas muchas historias de su viaje. Se había hecho amiga de otras cigüeñas que vivían en otros pueblos muy distintos al suyo, y le habían contado miles de historias fascinantes que estaba deseando compartir con sus vecinas.

Pero aquel día, Tomasa no logró encontrar ninguno de los nidos de sus amigas en su pueblo de siempre, Villalegre. Buscó en el campanario de la iglesia del pueblo, en los postes de teléfono, en las chimeneas de la fábrica abandonada y hasta en las torres del tendido eléctrico de la nueva carretera, pero no quedaba ni rastro de sus compañeras. Su marido Ginés intentó tranquilizarla:

- Ya verás como sólo se han mudado al pueblo de al lado. Preguntaremos en la granja, que allí se enteran de todo - le dijo.

Le preguntaron a Curro el burro, a Paca la vaca y a Casimira la gallina, pero lo único que pudieron decirles es que un día se levantaron y los nidos ya no estaban. Alguien había decidido que no quedaban bonitos en los tejados y simplemente los habían retirado de allí, pero nadie sabía dónde los habían llevado.

Tomasa y Ginés buscaron en los campos y en los pueblos vecinos, pero nunca lograron encontrar a sus amigas. Finalmente decidieron quedarse en la torre de un pueblo cercano, junto al nido de una de sus últimas compañeras de viaje, que muy amablemente se había ofrecido a ayudarles con la construcción de su nueva casa. Poco a poco se hicieron un nido nuevo, mullidito y acogedor, para acoger a las crías que en unos meses tendrían que alimentar.

Mientras, Tomasa y Ginés siguieron trabajando velando por el bienestar de las embarazadas y los recién nacidos de su nuevo pueblo. Muchos creen que las cigüeñas traen los niños de París, pero esto no es cierto. Lo que sí es verdad, es que las cigüeñas son aves muy maternales, que cuidan mucho a sus crías, preparando los nidos durante años con mucha dedicación. Ese instinto maternal hace que las cigüeñas sientan un cariño especial por las mujeres embarazadas y los bebés, visitándolas a menudo y cuidando de ellas en los momentos más difíciles.

Nadie sabe explicar por qué, pero desde que las cigüeñas desaparecieron de Villalegre, ya no han vuelto a nacer niños en el pueblo. Puede que sea sólo casualidad, o puede que se enfadaron tanto porque habían destrozado los nidos que habían hecho con tanto cariño que nunca nadie volvió a proteger a las mujeres y los bebés de Villalegre, y poco a poco el pueblo fue envejeciendo, perdiendo las risas que un día hicieron honor a su nombre.

Ante la duda, niños, cuando veáis un nido de cigüeñas, recordad que posiblemente dentro haya unos polluelos a los que sus mamás cuidan cada día con el mismo cariño con el que vuestros papás o mamás os están leyendo ahora este cuento.



lunes, 10 de diciembre de 2012

El motivo de este blog

Últimamente mi vida ha sido una sucesión de nuevas etapas.

Los que me conocéis sabéis que he pasado por varios blogs, los cuales conservo y releo de vez en cuando, porque cada uno de ellos representa un momento importante de vida, con sus mejores y peores circunstancias.

Si todo va bien, en unos meses emprenderé un nuevo camino que sin duda estará lleno de momentos maravillosos: me convertiré en mamá. Y no se me ocurre un mejor motivo para empezar un blog de cero que poder recopilar historias para compartirlas con mi hija el día en que por fin pueda decirme eso de: "mamá, cuéntame un cuento..."

Este blog es también para mi compañero de viaje, para la persona que se ha convertido en mi apoyo y mi sufridor, el que aguanta mis sensiblerías y comparte mis sueños sin rechistar, el que estoy segura de que será el mejor padre del mundo. Y es para él porque hace unas semanas, cuando nos dijeron que teníamos que empezar a contarle cuentos a nuestros bebés (si, en la tripa, a mí también me sonó raro...) me dijo que él no se sabía ninguno, que yo era la que tenía imaginación para esas cosas. Y sí, sé que existen los libros, que hay miles de historias ya creadas y que nunca nos faltarán recursos para leer, pero alguien tiene que seguir la tradición ¿no?

Y por último, pero no por ello menos importante, el regreso de El Cuentacuentos, el próximo 16 de diciembre, ha sido el último empujoncito que me faltaba para lanzarme de nuevo a esta aventura. Sé que no podré escribir todas las semanas, por falta de tiempo o de inspiración, pero por supuesto no faltaré a la inauguración.

Este será un blog de cuentos infantiles, de historias para niños, un mundo de fantasía que espero compartir con vosotros durante mucho tiempo. Para mi es un reto, porque no es el tipo de historias que suelo escribir, pero confío en que las hormonas me ayuden en el camino...

¡Nos leemos el domingo!